Lo malo del transporte público

La lluvia caía con gran intensidad está tarde, la gente corría a toda prisa para refugiarse en sus hogares o en algún puesto de chalupas o cemitas cercano, bueno eso fue lo que pude ver desde la ventana del bus en el que iba. Adentro, los pasajeros se encontraban todos apretados y un poco molestos por las grandes gotas de agua que habían mojado sus documentos importantes, sus celulares, o simplemente su ropa.

Todos iban muy callados, los únicos ruidos que se podían escuchar era la música cumbia que provenía de la bocina trasera de un celular (me parece que era un LG), el ruido de las gotas golpeando el parabrisas, el motor de los coches y ese molesto goteo que se originaba por unas cuantas aberturas ubicadas dentro de la unidad.

El agua que caía de las pequeñas grietas (ubicadas en la parte trasera) era tal, que se podía llenar un vaso de veladora en cuestión de segundos; era un poco (o bastante) molesto para las personas que tenían que soportar ese problema gracias a el inadecuado mantenimiento de las unidades de transporte. Pero lo cierto es que también llegó a afectar a más de la mitad de las personas, ya que el agua era demasiada que tuvo la necesidad de expandirse sin piedad por todo el pasillo, parecía un gran charco de agua como los que podemos encontrar en la calle (sin exagerar). Desafortunadamente (o afortunadamente) mi hermano era uno de los principales afectados por la gran cantidad de agua que se filtraba a través de las pequeñas grietas, cerca de las ventanas superiores.

Pero si hasta parece una pequeña mini cascada.

Una de las frases que logré entenderle a mi hermano, debido a el gran ruido que generaban las gotas de agua al impactarse contra la unidad.

Gracias a esto me di cuenta de que la gente prefiere ir de pie, que tener que decir: «Me da permiso por favor«, seguido de un «Gracias» para lograr sentarse en el lugar desocupado, que generalmente es el que va junto a la ventana, cuando es lo contrario, sólo llagamos y nos acomodamos, de echo, es así como todos lo preferimos… ¿o no?